Notas sobre la antigua celebración de la procesión de la Virgen de los Rondeles

La procesión salía desde la Ermita de la Veracruz y parece ser que en principio el hecho de llevar los rondeles ardiendo era para que sirviesen de antorcha, ya que en el siglo XVII y parte del siglo XVIII en Casarabonela no se disponía de un alumbrado publico. A partir de mediados del siglo XVIII se alumbran las calles principales y entonces salto a la palestra el hecho siguiente...

En la Veracruz se preparaban los rondeleros y sus ayudantes con los rondeles impregnados en aceite para que prendieran bien, pero si el rondel estaba muy empapado se corría el riesgo de que se consumiese antes de tiempo y quedara fuera de concurso, y si tenia poco –dependiendo también de como estuviera la noche- podía apagarse y quedar igualmente fuera de concurso. El rondel ardía con mucha rapidez y el rondelero, con la colaboración de su ayudante, tenia dos oportunidades para reducir el fuego: una en el caño de Alora y otra en el caño de la Plaza.Si se daba el caso contrario –que el rondel se fuese apagando- el rondelero le pedía a su ayudante que aplicase la cantidad de aceite necesaria para avivar el fuego mediante una panilla de aceite en un puchero de barro. Para ello bajaba el palo del entorchado y decía “basta” cuando lo creía oportuno,pero la aplicación la tenia que hacer el ayudante,tanto si lo hacia bien como si lo hacia mal.Si el rondelero cogía el puchero de barro para aplicar el mismo el aceite también era descalificado.

El ayudante iba detrás del rondelero con su puchero de barro en la mano y su panilla, que no podía usar hasta pasar el Llanete.El hecho de ir detrás tenia como finalidad dificultar todo el proceso ya que con el aceite que sueltan los rondeles que se van quemando es muy difícil mantener el equilibrio, y menos con un puchero de barro en la mano que, sí se rompía, provocaba la descalificación del rondelero aunque siguiera con su rondel en la procesión hasta la Iglesia.Por este motivo el rondelero tenia que poner mucho cuidado a la hora de elegir a su ayudante.

El prender fuego a los rondeles también tenia su ritual –y su importancia deportiva- ya que el ultimo en ser prendido era el del Rondelero Mayor, que recaía en la persona que había ganado el año anterior y que mantenía el titulo hasta que lo perdiese en buena lid o lo cediese a otra persona, generalmente a algún heredero. El pegar fuego a los rondeles recaía en un miembro del Cabildo Municipal o en un concejal.

El rondel del Rondelero Mayor –al ser el ultimo en comenzar a arder- tenia mas posibilidades de mantenerse mas tiempo ardiendo y ser el ultimo en apagarse. El resto de los participantes lo encendía con arreglo al numero que le hubiese sido adjudicado el año anterior por las personas que formaban el tribunal calificador –celosamente guardado durante todo el año- y que en caso de fuerza mayor podía ceder a otra persona.

Una vez que la procesión llegaba a la Iglesia los rondeleros se quedaban en la puerta hasta que terminaba el acto religioso, procurando mantener el rondel ardiendo. Después el alcalde o un concejal revisaban las antorchas que formaban los rondeles encendidos y ordenaban a un empleado del Ayuntamiento que entregase a cada ayudante otra panilla de aceite con la que poder aguantar la combustión el mayor tiempo posible. Entonces el publico pedía a gritos: “¿Concede otro, concede otro?” Al tiempo que sacaban sus pañuelos como si de una fiesta taurina se tratara. Con el “¡ concede otro¡” se estaban refiriendo no a mas aceite (eso lo pedirían mas tarde) sino a otro rondel, que por regla general el representante de la autoridad concedía, y con ello estaba asegurada toda una noche de fiesta, hasta el amanecer. Desde la puerta de la Iglesia pasaban todos a la Plaza, donde formaban un gran circulo, y alli permanecían comiendo, danzando, cantando, bebiendo aguardiente de orujo, contando chistes y todo lo que a la gente se le ocurría, incluso cruzando apuestas sobre los finalistas.

Mientras, el tribunal –formado por autoridades y gente de buena fe- tomaba café y comía churros y “hambrientas”, tomando nota del orden en que se consumían y apagaban los rondeles, hasta el ultimo que seria proclamado Rondelero Mayor, extendiendo los cerificados anteriormente citados.

Las mujeres podían participar como rondeleras debido al premio, que consistía en tres arrobas de aceite para el Rondelero Mayor, dos para el segundo lugar, una para el tercero y media arroba para el cuarto.

Parece ser que la prohibición de este certamen se debió a un cura al que llamaban el “Pa Fernando”, que le achaco un carácter pagano y lujurioso por participar las mujeres.

Este texto es el resultado de una conversación mantenida con Maria Andrades Reina, “Maria la Cantarrana”, nacida en Casarabonela el dia 15 de octubre del año 1872.